miércoles, 12 de septiembre de 2007

Sobre De Chirico y el enigma















"¿Y qué amaré sino lo que es enigma?"! escribió Giorgio De Chirico, en latín, bajo su primer Autorretrato de 1911 (véase ilustración pág. 10). El pintor se representó en semiperfil, con la cabeza apoyada en la mano izquierda, en la postura clásica del melancólico. El ojo, aunque abierto, no permite reconocer la pupila. El fondo es un cielo sin nubes, de un color verde frío, vacío.

De Chirico. Autorretrato, 1911
"Y qué amaré si no es lo que es enigma?"
Óleo sobre lienzo, 72,5 x 55 cm Colección particular


Este Autorretrato marca el inicio del periodo de la «Pintura Métafisica», la pintura metafísica que hizo famoso a De Chirico. Hacia 1910, el pintor Comenzó a desarrollar en Italia un nuevo lenguaje poético, que más tarde se denominaría metafísica. La pintura de De Chirico influyó decisivamente sobre aquellas corrientes artísticas del siglo XX, como el surrealismo o la Nueva Objetividad que no se basaron preferentemente en innovaciones formales, sino en un nuevo modo de ver las cosas y de sondear su significado oculto.

Programáticamente, De Chirico menciona en su Autorretrato el enigma como motor y objetivo de su búsqueda artística. «Hay que pintar todos los fenómenos del mundo como un enigma», escribió hacia 1913. Es esa extrañeza enigmática de las cosas lo que nos afecta tan inmediatamente en la pintura de De Chirico, ese ambiente de profunda soledad y melancolía. El mundo que nos sale al encuentro en las obras del pintor italiano es un mundo de sombras y de apariencias, de cielos fríos y verdes, de espacios vacíos y de perspectivas sin sentido. En sus cuadros, los objetos pierden su univocidad. De Chirico pinta objetos reconocibles, pero los combina de tal forma que lo acostumbrado y lo cotidiano -una muchacha con un aro, un automóvil abierto, un tren, un guante, una torre ... - se convierten en objetos extraños, enigmáticos, al parecer sin sentido. En un escrito temprano decía: «Si una obra realmente quiere ser inmortal, ha de romper todas las barreras de lo humano: no debe tener ni razón ni lógica. De este modo se aproxima a lo onírico, al espíritu de un niño ... »
De Chirico fue el primer artista moderno en descubrir y en poner por obra la equivocidad de todo lo visible. Con su pintura metafísica creó lo que el poeta surrealista André Breton más tarde denominaría «el mito moderno»: obras de una nueva melancolía, que expresa la pérdida de sentido y la alienación del hombre moderno.

La poesía metafísica se alimenta de un complejo entramado de recuerdo personal y colectivo, de momentos asociativos y racionales, de inspiración -De Chirico habla de «revelación» y de intensiva lectura filosófica. Para De Chirico, el principal impulso vino dado por los escritos de Friedrich Nietzsche. Con Nietzsche, De Chirico compartía no solo el amor al enigma, sino también la referencia al mundo mítico de la Antigüedad. Una y otra vez aparecerá en la obra de De Chirico la idea de la ceguera exterior. Ciego para el presente, el ojo no se aferra a la apariencia exterior, sino que mira a la esencia interior o futura de las cosas. De este modo se atribuye al artista metafísico una capacidad profética: dirigir la mirada a un aspecto distinto, desacostumbrado, de las cosas.

Giorgio, quien hablaba mucho mejor alemán que su hermano, le acompañaba a las clases para traducir. Fue así como, según afirmaría más tarde De Chirico, se produjo su primer encuentro consciente con la pintura del artista de Basilea Arnold Bocklin. Reger poseía un álbum con grabados fotográficos de gran formato realizados según pinturas de Bocklin, que hojeaba De Chirico durante las clases de música de su hermano.

Ningún otro artista, exceptuando a Max Klinger, ejerció tanta influencia sobre el desarrollo de De Chirico como Arnold Bocklin. Es un síntoma de la visión original de De Chirico que eligiera al tardo-romántico Bocklin como modelo, precisamente en un momento en que el historiador del arte Julius Meier-Graefe, en su libro de gran repercusión «El caso Bocklim» de 1905, había criticado las obras del pintor corno trasnochadas e intempestivas. De Chirico, por el contrario, en los paisajes poblados de figuras míticas de Bocklin, al igual que en las obras gráficas de Max Klinger -de frecuente apariencia surrealista-, reconoció la capacidad única de combinar de modo evidente lo supranatural con lo diario, el mito y la modernidad.

Comienzos del verano de 1909: A esta época pertenecen los primeros cuadros del pintor en los que se emplea el método -que posteriormente sería decisivo para la pintura metafísica- de combinar elementos autobiográficos y mitológicos, un paso que se aprecia en la obra de 1909 El viaje de los argonautas




El mundo de los mitos, de las leyendas primigenias de la humanidad, queda unido al destino del artista, que lo crea de nuevo. En sus textos poéticos de los años 1911 a 1915, De Chirico evoca una y otra vez la capacidad del artista de retrotraerse en un estado análogo al del sabio en los comienzos de los tiempos. Con la ayuda de dones filosóficos, poéticos y visionarios se puede interpretar el mundo, se pueden crear mitos, descubrir verdades ocultas: «Uno de los insólitos dones que hemos conservado de tiempos prehistóricos es la capacidad del presentimiento. Siempre seguirá existiendo. Es como una prueba permanente del no-ser del Universo. El primer hombre debió de tener presentimientos, y de sentir una y otra vez estremecimientos».


La figura de espaldas, vuelta a sí misma, es una cita del lienzo de Bocklin Ulises y Calipso (véase ilustración pág.1S). Se convierte en la figura del artista-filósofo, que aparece meditabundo ante los enigmas del mundo. Al fondo, el oráculo tras una cortina cerrada, insinuando lo oculto y lo enigmático.



La primera e inmediata fascinación que produjo en De Chirico la lectura de Nietzsche se basa en su poesía de enérgica palabra, su modo de escribir con e! que consigue que las cosas aparezcan en una nueva e inesperada luz. En el «Canto para beben} dice: «¡Oh hombre! ¡Presta atención! ¿Qué dice la profunda medianoche? Yo dormía, dormía -, de un profundo soñar me he despertado:El mundo es profundo, y más profundo de lo que e! día ha pensado. Profundo es su dolor -, e! placer - es más profundo aún que el sufrimiento: el dolor dice: ¡Pasa! Mas todo placer quiere eternidad, ¡quiere profunda, profunda eternidad!" De Chirico amaba esos versos de Nietzsche por encima de todas las cosas y los podía citar, incluso a una edad muy avanzada. En 1910 decía a su compañero de estudios en Múnich Fritz Gartz, en un alemán algo peculiar: «¿Sabe usted, en primer lugar por ejemplo, cómo se llama el pintor más profundo que ha pintado en este mundo? ... Yo se lo diré: se llama Arnold Bock1in, es el único hombre que ha pintado cuadros profundos. - ¿Y sabe usted ahora cómo se llama el poeta más profundo? ... El poeta más profundo se llama Friedrich Nietzsche. - La profundidad, como yo la he entendido y como la ha entendido Nietzsche se encuentra en otro lugar de donde se ha buscado hasta ahora. - Mis cuadros son pequeños, pero cada uno de ellos es un enigma».

Es el amor al enigma lo que une al filósofo y al pintor en su visión fundamental del mundo. En ambos se alimenta de su estudio de los filósofos griegos, sobre todo del presocrático Heráclito, cuya cosmovisión mítica parte de una naturaleza que vivifica las fuerzas misteriosas y cuyo sentido -como la sabiduría del oráculo- solo se desvela en signos.

En esta idea fundamental, De Chirico sigue a Nietzsche. La pintura metafísica busca lo enigmático de los fenómenos del mundo no más allá de las cosas, sino dentro de ellas: «Nosotros los metafísicos hemos canonizado lo real», escribió en 1919. De Chirico se dio cuenta, con agudeza, de que este aspecto de Nietzsche no se limita a la destrucción de una verdad idealista, sino que prepara el camino para una nueva poesía; «Schopenhauer y Nietzsche fueron los primeros en enseñiar el profundo significado que tiene el no-sentido de la vida. También enseñaron cómo este no-sentido se podría transformar en arte».

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El primer cuadro de la pintura metafísica surgió después de la famosa «revelación» en la Piana Santa Croce de Florencia. La realidad se transfornla en una composición distanciada, que trasmite un ambiente enigmático. La fechación de la obra es objeto de controvertidos debates en la investigación actua1.

…De Chirico inició en octubre un viaje a Roma y Florencia, donde se dio cuenta -como reconoce en una de sus obras tempranas- «de que hay toda una serie de cosas extrañas, desconocidas y solitarias que se pueden transportar a la pintura ... Lo necesario ante todo, es una sensibilidad fuerte ... »

…. A su vuelta de Roma a Milán, De Chirico se detuvo en Florencia. Su breve estancia en esta ciudad dio un giro completo a su trayectoria artística. El artista siempre denominaría las innovaciones y las rupturas en su obra como un repentino descubrimiento de conocimientos, como «revelaciones». De Chirico reflexionó frecuentemente sobre la esencia de uno de esos momentos de inspiración, en los que aparece de repente un aspecto inesperado del mundo, también en su enfrentamiento con las obras de Friedrich Nietzsche y Arthur Schopenhauer. La primera de esas revelaciones la plasmaría en un texto que se ha hecho famoso: (En una clara tarde de otoño estaba sentado en un banco de la Piazza Santa Croce. Naturalmente que no veía esa plaza por primera vez. Poco antes había superado una enfermedad intestinal, larga y dolorosa, y me encontraba en un estado de sensibilidad enfermiza. Todo a mi alrededor parecía encontrarse en un estado de convalecencia, incluso el mármol de los edificios y fuentes ... El sol de otoño, frío y sin amor, bañaba la estatua y la fachada de la iglesia. Tuve entonces la extraña impresión de que veía las cosas por primera vez. Tuve de repente ante mi vista la composición del cuadro ... A pesar de ello, ese momento es un enigma que continúa siendo inexplicable». En ese momento de inspiración, racionalmente inexplicable, esa vivencia de una ruptura entre realidad y percepción, se basa la obra El enigma de una tarde de otoño (véase ilustración pág.16/I7).



El enigma de una tarde de otoño. Oleo sobre lienzo, 45 x 60 cm Coleccion particular.


…. Se trata de la primera obra que se atribuye a la pintura metafísica de De Chirico, un cuadro que -basándose sobre la percepción real- aleja las cosas de la realidad a lo inexplicable. Por primera vez, De Chirico renuncia completamente a elementos que siguen una lógica narrativa, y crea una obra marcada exclusivamente por ese extraño estado de ánimo.

En los cuadros que siguen inmediatamente a éste, el pintor perfeccionó los elementos del lenguaje plástico que acababa de encontrar. El muro que divide horizontalmente el espacio, por ejemplo, define también la composición de la obra El enigma de la llegada de la tarde (véase ilustración pág. 18).






También aquí, el muro sirve para separar el ámbito de lo visible de aquel de lo invisible y de lo misterioso, a lo que de nuevo aluden los mástiles de un barco, que podría interpretarse como símbolo de la partida del artista y de la búsqueda de nuevos mundos. Dos elementos, que más tarde se convertirán en un elemento fijo del lenguaje pictórico metafísico de De Chirico, aparecen por primera vez aquí.

Se trata, por un lado, de una multiplicación de las perspectivas -en este lienzo se podrían reconstruir cuatro puntos de fuga distintos- y, por otro, del edificio en forma de torre que se alza tras el muro, en un lugar indefinido. Refuerza la contraposición entre los planos de lo conocido y lo desconocido, porque carece de un anclaje fijo. El espacio está aún dividido horizontalmente en dos planos rigurosamente separados entre sÍ; aún no se abre a las plazas metafísicas, con su extravagante perspectiva profunda. Sin embargo, De Chirico era consciente de haber encontrado las bases de un nuevo lenguaje. Siguiendo el lenguaje metafórico de Nietzsche, en enero de 1911 escribía enfáticamente a su amigo Fritz Gartz: « ..• un nuevo aire ha inundado mi alma - he oído un nuevo canto y todo el mundo aparece ahora cambiado -la tarde de otoño ha llegado -las largas sombras, el aire claro, el aire claro, el cielo azul- en una palabra, Zaratustra ha llegado, «¿¿me ha comprendido??».



«Ama su extraña alma. Ha vencido. Ahora, el sol se ha parado en el centro del cielo. Y la estatua, con una felicidad eterna, inunda su alma en la contemplación de su sombra.»

Giorgio de Chirico



Soledad (Melancolía), 1912 Oleo sobre lienzo, 79 x 63,5 cm
Londres, Erie and Salame Estorick Foundation

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